Mythos. Aquello con que se
construye la realidad. El discurso de la comprensión de
un espíritu que se adhiere al mundo y lo siente desde el interior
Me parece pertinente dedicar un
apartado a la definición de esta palabra clave. Hasta ahora he buscado alejarme
un tanto del término mito, debido a la carga de “mentira” que actualmente posee
esta palabra, pero si nos atenemos a su etimología y a una definición adecuada,
en realidad resulta útil, aplicable a, y fundamental en la realidad estudiada.
El μῦθος –mythos-, griego refiere algo
dicho, palabra, conversación, relato, cuento…[1] Los autores que
contribuyen con su conocimiento, con su palabra a esta investigación,
frecuentemente utilizan el término, y a veces uno mismo tiene que utilizarlo. Para
que no quepa confusión, deseo definir, delimitar –apoyándome en el
conocimiento, en la palabra que han proferido algunos autores, pensadores, así
como en el propio entendimiento- el concepto de mito acorde a lo que refiere y
expresa dentro del presente esquema epistémico, que nada tiene que ver con
mentira, como lo ha pretendido ver el pensamiento empírico racional moderno,
que “no ha visto en el símbolo nada más que evocación poética, en el mito nada
más que ilusión y puerilidad, en la magia nada más que superstición o
superchería. Ha sido necesaria la ampliación y la autocrítica del pensamiento
crítico para que éste necesitara interrogarse acerca de la universalidad, el
sentido y la profundidad del pensamiento mitológico. Pero el misterio del mito
invade a quien lo considera del exterior siendo que, desde el interior, este
mito no es vivido como mito, sino como verdad” (Morin 1987: 169).
Mircea Eliade, define al mito como una historia sagrada que narra
un acontecimiento sucedido durante un tiempo primigenio, en el que el mundo no
tenía aún su forma actual. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten
periódicamente se explican como consecuencia de los sucesos narrados en el
mito, y viceversa. Sin embargo, no todos los mitos se refieren a un tiempo
"primero", también pueden abordar sucesos acontecidos después del
origen, -aunque en numerosas ocasiones se incorporan de hecho con el mito
genésico, como el nacimiento de KonkËy o
Ce-Ácatl Quetzalcóatl- pero que
destacan por su importancia y por los cambios que trajeron. En Mesoamérica,
donde todo está integrado, mito e historia es lo mismo, al igual que creer y
saber; los sucesos aurorales de los que habla Eliade, se repiten constantemente
como espejo en la historia humana, y ésta es incorporada al ámbito del “tiempo
mítico”, al ámbito de lo sagrado. Balandier (1975: 72) habla sobre una relación
formal entre mito e historia, en la medida en que: “Toda narración histórica
combina en su discurso algo de mythos y de logos[2], no siendo infrecuente que el primero tienda a predominar”. Nacen
juntos del lenguaje, y después se distinguen, Logos se convierte en el discurso racional, lógico y objetivo del
espíritu que piensa un mundo que es exterior a él; Mythos constituye el discurso de la comprensión subjetiva singular
y concreta de un espíritu que se adhiere al mundo y lo siente desde el
interior. “Al igual que el símbolo, el mito lleva en sí una fuerte presencia
singular y concreta; al igual que el símbolo, expresa relaciones analógicas y
hologramáticas […] contiene coagulum
de sentido; al igual que el símbolo puede contener una verdad oculta, incluso
diversos niveles de verdad, estando más ocultos los más profundos; al igual que
el símbolo, se resiste a la conceptualización y las categorías del pensamiento
racional/empírico […] al igual que el símbolo, ejerce una función comunitaria
y, aun más, podemos preguntarnos si una comunidad humana es posible sin
cimientos mitológicos” (Morin. 1987: 173). El mito encadena símbolos, relatos,
en una secuencia legendaria[3].
Existen paradigmas en el pensamiento mitológico, Edgar Morin
define dos:
El paradigma antroposociocósmico o de la inteligibilidad por lo
viviente, y no por lo físico, por lo singular y no por lo general, por lo
concreto y no lo abstracto. Un paradigma de inclusión recíproca y analógica
entre la esfera humana y la esfera natural o cósmica. De ahí deriva que el
universo dispone de caracteres antropomorfos y que recíprocamente el hombre
dispone de caracteres cosmomorfos. En el relato mítico operan siempre entidades
vivientes que, en sus actos concretos y en sus eventos singulares, crean el
mundo, suscitan todos los fenómenos y hacen historia. “El mito no es una «explicación» del mundo; elucida oscuramente, habla
oracularmente y, por lo demás puede ser por ello reinterpretado sin cesar” (Id:
175), como hemos existen variados ejemplos (el mito de Sol y Luna, la Koots Jää’y -gente de la obscuridad- y Jaxyëëw -Venus-, que se integra con el
nacimiento y muerte de Cristo, así como con el pasado prehispánico en cierta
manera; el mito de KonkËy y Tajëëw/Në’okmë, que se integra al
Génesis ayuujk mismo, y se convierte en un hombre-dios-guerrero que se hace
presente y pelea por su gente desde la prehispanidad hasta el México “moderno”,
etc.). El segundo es el paradigma de la unidualidad, o principio semántico generalizado, que elimina todo lo que carece de
sentido y le da significación a todo lo que ocurre. Todos los eventos son
signos y mensajes que piden y obtienen interpretación. El universo mitológico
es un emisor de mensajes y cualquier cosa natural o humana es portadora de
símbolos. “En ese sentido, el pensamiento mitológico se caracteriza por una
proliferación semántica y un exceso de significaciones” (Ibíd.). El pensamiento
mitológico ordena su visión del hombre, de la naturaleza, del mundo, a partir
de estos dos paradigmas claves; su conjunción “produce «nudos gordianos» en los que se asocian
estrechamente para constituir las grandes categorías del pensamiento
mitológico, en primer lugar la de lo divino y el sacrificio[4]” (Id: 177).
Al respecto, René Guénon afirma que las interpretaciones modernas
materialistas sobre las antiguas doctrinas, tradiciones, constituyen un error.
Refiere, ejemplificando, que los símbolos o los mitos nunca han tenido la
función de explicar el movimiento de los astros, sino que más bien se encuentran
en ellos figuras inspiradas en ese movimiento y destinadas a expresar
analógicamente algo muy distinto, pues las leyes de aquel traducen físicamente
los principios metafísicos de los que depende. “Lo inferior puede ser símbolo
de lo superior, pero a la inversa es imposible.” (Guénon. Id: 19). Cual toda la
historia y cultura mesoamericanas, que espejean los acontecimientos cósmicos,
una y otra, y otra vez. Como los abuelos mixes afirman, su sistema social,
religioso, político, etc., es devenido de Poj-Anääw,
de Konk’ëy, de los Appë. Es un reflejo del mundo divino,
donde las divinidades tienen una jerarquía rotativa y ocupan cargos tal como
aquí en la tierra; desde la organización suprema de los “dioses”, hasta aquella
de los diversos seres de la Montaña,
de la Tierra Inmensidad; animales, seres etéreos, árboles, rocas, meteoros…
“El mito es conmovedor. Se dirige a la subjetividad, concierne al
temor, la angustia, la culpabilidad, la esperanza y les aporta respuestas. De
este modo, para Eliade, el mito es esencialmente integración del hombre en el
cosmos” (Morin. Id: 178). “El mito no depende tanto de un pensamiento arcaico
superado cuanto de un Arkhe-Pensamiento que sigue estando vivo. Procede de lo
que se podría denominar el Arkhe-Espíritu […] Espíritu-Raíz que, en conformidad
con el sentido fuerte del término Arkhe, corresponde a las fuerzas y formas
originales, principales y fundamentales de la actividad cerebro-espiritual, allí donde los dos pensamientos todavía no
se han separado” (Id: 184); por tanto, el mito expresa un eterno retorno a
la aurora de la humanidad, al tiempo primigenio, a los estados de conciencia
que alcanzan los chamanes y los sabios, a los lugares donde sólo acceden
aquellos y los héroes legendarios.
Miguel Alberto Bartolomé da otra definición que me parece también
muy acertada y comprehensiva, complementaria a las anteriores. El mito, es
“fundamento ontológico de lo real, en la medida que lo que una cultura define
como su realidad sólo cobra un sentido trascendente en tanto se vincula a la
legitimidad sagrada que le ofrecen los mitos.” (Bartolomé. Id: 82).
El mito, lo mismo que el lenguaje, son fuerzas creadoras del mundo
significativo, además de cimientos, material con el que se construye, o se hace
tangible el cosmos. Gradualmente las formas simbólicas han dejado de ser
consideradas imitaciones o disfraces de la realidad (por el pensamiento moderno
de corte occidental); en verdad constituyen órganos
de la realidad ya que son las únicas que permiten su captación intelectual[5]. El mito y el
lenguaje, son fundamentales para la construcción mental del mundo considerado “objetivo”
(Id: 83).
Hay que destacar que los mitos que formaban parte de los sistemas
religiosos de los pueblos de Oaxaca y Mesoamérica, fueron en su mayor parte
suplantados por los mitos de la religión católica impuesta, razón por la cual
muchos se han perdido o dejaron de ser considerados relatos verídicos, para
convertirse en folclor. Este proceso se denomina desacralización del mito. Esta realidad para muchos pueblos, no lo
es en buena medida para los ayuujk jää’äy pues los mitos sustentadores de la
religión y la cosmovisión han evolucionado y se han adaptado a los cambios
histórico-culturales, sin perder su esencia primordial, siguen bien presentes y
operativos, al menos una parte importante de ellos; son sustentadores de la
vida, realidad, cosmovisión, religión y sistema de los mantenimientos
autóctonos.
[1] Por razones prácticas, no
profundizaré más que lo necesario, en su antigua carga semántica, pragmática,
axiológica.
[2] Λόγος -lógos-, en griego antiguo también denota discurso, oración, al igual que historia,
estudio, palabra y razón. En realidad mythos
y lógos son conceptos cercanos,
que parecieran traslaparse semánticamente, aunque quizás la diferencia
fundamental radica en la finalidad; acorde a la filosofía clásica se afirma que
existe en el mito un sentido religioso que el logos contrastará tratando de
aclarar desde una razonable incertidumbre (metafísica) y proponiendo luego su
propio paradigma universal. Ambos son también modos o métodos de operar sobre
la realidad, para cosificarla o entenderla.
[3] Legenda: lat. “Lo
que debe ser leído”.
[4]Categorías fundamentales para los pueblos mesoamericanos.
[5] Sea recordado, entendiendo el intelecto en todas sus cualidades y
vasta extensión.
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