Mientras la
comprensión se da sobre todo en lo concreto, lo analógico, la intuición global
y lo subjetivo, la explicación se desenvuelve principalmente en lo abstracto,
lo lógico, lo analítico, lo objetivo; por lo tanto es requerimiento que exista
una dialógica coherente entre estas esferas y para ello es requerimiento el
análisis y las explicaciones holísticas, complejas. “Todo lo que depende de la
comprensión también puede depender legítimamente de la explicación, a condición
de que ésta no ahogue a la comprensión. Pues, mientras que la explicación
introduce en todos los fenómenos las determinaciones, reglas, mecanismos,
estructuras de organización, la comprensión nos restituye los seres, los
individuos, los sujetos vivientes. […] Ahora bien, esta
comprensión debería, podría abrirse a todos nuestros congéneres, a nuestros
«hermanos humanos»; debería poder superar, no sólo la cara oscura de la
subjetividad, que es desprecio y odio, sino también la cara gris de la
objetividad, que es indiferencia; una y otra nos impiden comprender […;]
negar la comprensión a los demás, es negarles la subjetividad, y por ello mismo
negar el derecho a la autonomía, a la existencia incluso” (Morin. 1987: 165).
Al estudiar una cultura
distinta, ¿Cómo se puede tener una comprensión plena y seria de sus creencias,
de su sabiduría, de sus conocimientos, si no confiamos ni en la cosmovisión que
sustenta esos conocimientos y esa sabiduría, ni en los conocimientos y sabiduría
que sustentan aquella cosmovisión? Por ende, la comprensión necesita también la
explicación de la comprensión y la misma comprensión de la comprensión.
Lo que ha hecho
la ciencia positiva contemporánea, basada en la razón aislada, y no en el
intelecto puro, completo, si no es llanamente negar de lleno e injuriar al
otro, es descalificar el problema mismo, al afirmar cómodamente que ella no
opera en función de conocimientos que son ajenos a sus métodos, arguyendo que
de ser así perdería su carácter científico (racionalizante-positivista). “La
objetividad y la subjetividad del conocimiento no dependen de dos
compartimientos distintos ni de dos fuentes diferentes, sino de un circuito
único en el que van a distinguirse y después a oponerse eventualmente, nutriendo
cada uno principalmente uno de los dos pensamientos. Este circuito único es un
bucle generativo, que aquí hemos llamado Arkhe-Espíritu, donde se forma la
representación y el lenguaje” (Id: 187).
La
comprehensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del
mundo.
Dependiendo de
las diferentes historias coloniales en diversas regiones del mundo, la
jerarquía de superioridad/inferioridad sobre la línea de lo humano puede ser
construida con categorías excluyentes diversas; el racismo puede marcarse por
color, etnicidad, lengua, cultura o religión.
La
descolonización epistémica implica desconectarse del eurocentrismo. El racismo
epistémico es una jerarquía de dominación colonial donde los conocimientos
producidos por los sujetos occidentales (imperiales y oprimidos) dentro de la
“zona del ser”[1]
son considerados de por sí como superiores a los conocimientos producidos por
los sujetos coloniales no-occidentales en la zona del no-ser[2],
que aquí realmente es la del ser profundo. “La pretensión es que el
conocimiento producido por los sujetos pertenecientes a la zona del ser desde
el punto de vista derechista del ‘Yo’ imperial o desde el punto de vista
izquierdista del ‘Otro’ oprimido occidental dentro de la zona del ser, es
automáticamente considerado universalmente válido para todos los contextos y
situaciones del mundo […] Cuando los
sujetos coloniales que habitan la zona del no-ser adoptan de manera acrítica y
exclusiva la teoría social producida desde la experiencia del “Otro” en la zona
del ser sin tomar en serio la teoría crítica producida desde la experiencia del
‘No-ser Otro” en la zona del no-ser, se someten a una colonización mental
subordinada a la izquierda occidentalizada” (Grosfoguel. 2011). El proyecto de
descolonización epistémica conlleva una desconexión tanto de la teoría de
derecha como de izquierda producida desde la experiencia social de la zona del
ser que son ciegas hacia la experiencia social, cultural, de vida - existencia
de la zona del no-ser.
La racionalidad
occidental colonialista es “indolente, perezosa. Es una racionalidad que no se
ejerce mucho, no tiene necesidad de ejercitarse bastante”; se requiere de “una
crítica a la razón indolente, perezosa, que se considera única, exclusiva, y
que no se ejercita lo suficiente como para poder mirar la riqueza inagotable
del mundo […] el mundo tiene una diversidad epistemológica inagotable y
nuestras categorías son muy reduccionistas” (De Sousa Santos. 2006). La razón
indolente deriva en el desperdicio de la
experiencia, de la experiencia humana, cultural, histórica y social, lleva a lo que los ayuujk
llaman tuntïkëë’yïn, ‘trabajo perdido’.
[1] La del occidente u occidentalizados, dentro de la que se reconoce
la humanidad a los que viven acorde a la colonialidad del poder.
[2] Donde viven aquellos sujetos situados por debajo de la línea de lo
considerado humano (Fanon. 2010); a quienes se les niega la subjetividad y por
ende la existencia, por más que el discurso político insista en una integración
armónica, y no en una asimilación y negación de la existencia en cuanto seres
con una visión del mundo, historia, pensamiento y forma de concebir y
aprehender el cosmos y el conocimiento distintas a la hegemónica occidental.
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