Como parte de una batalla cultural en marcha, se busca
desmontar esa visión eurocéntrica, lineal y mecanicista, constituida en tiempos
de la “Modernidad Insustentable”. Ese sistema ideológico y esa concepción del
conocimiento fundados solamente en la Razón y afirmados por la legitimidad ‘científica’
de las ciencias modernas, colonizaron al conjunto de las disciplinas que constituyen
las tramas “formales” y académicas, y levantaron, en torno a la Racionalidad
Instrumental, los dogmas y preceptos de toda especie, que favorecieron la
hegemonía de un modelo de crecimiento económico y dominación geopolítica y
cultural, que ha colocado al mundo al borde de la aniquilación.
La antropología, a
pesar de que el colonialismo constituye uno de sus a priori históricos, hoy parece estar en vías de cerrar su ciclo
Kármico, entonces es preciso aceptar que es hora de radicalizar el proceso de
reconstitución de la disciplina llevándolo hasta su fin. La antropología está
lista para aceptar íntegramente su nueva misión, la de ser la teoría-práctica
de la descolonización permanente del pensamiento (Viveiros. 2010: 14).
De hecho, hay que reconocer que la antropología desde
siempre se ha nutrido y constituido a partir de las teorías, ontologías y
epistemologías indígenas, a las que a menudo, no ha reconocido como tales.
Es preciso
extraer todas las consecuencias de la idea de que las sociedades y las culturas
que constituyen el objeto de la investigación antropológica influyen, o para
decirlo claramente coproducen, las teorías sobre la sociedad y la cultura
formuladas a partir de esas investigaciones […] El objetivo […,] entonces, es
ilustrar la tesis según la cual todas las teorías antropológicas no triviales
son versiones de las prácticas de
conocimiento indígenas: así, esas teorías se ubican en una estricta continuidad
estructural con las pragmáticas intelectuales de los colectivos que
históricamente se encuentran en
‘posición de objeto’ con respecto a la disciplina (Ibid: 15, 17).
Se trata no solamente de abordar un problema, comprenderlo, explicar
realidades, procesos culturales y tender puentes entre los pueblos; el sentido va también encaminado también hacia la constitución de una Antropología y disciplinas
propias mesoamericanas, diversas como Mesoamérica, pero unidas por preceptos,
concepciones e historia comunes.
Por supuesto, yo puedo
aportar no más que un grano de maíz a esta gran tarea en mi condición de
mestizo; pero como mesoamericano, como anahuaca, me uno entonces a esa magna y
necesaria obra -que ya se realiza por grandes pensadores indígenas y mestizos-
que es la descolonización del conocimiento y la constitución de disciplinas del
conocimiento que se fundamenten cada vez más en el Pensar, en el Sentir, en el
Ser de los Pueblos, en cuanto herederos de una tradición civilizatoria única y maravillosa[1].
“Sin cesar, se anudan,
desanudan y vuelven a anudar, en el curso de las aventuras del conocimiento
humano, para su felicidad y para su infelicidad, intensos complejos
existenciales, que comprometen a todo el ser y ello no sólo alrededor de los
mitos y creencias religiosas, sino también alrededor de cualquier adhesión a la
verdad, incluida la científica” (Morin. 2001: 147).
[1] No niego la herencia y peso de la tradición occidental –que permea
todo-, pero de cualquier manera aquella está y estará presente; es parte
inseparable ya, y es parte de todo aquello que ha sido impuesto, generalmente
por violencia, al mundo entero; empero, lo que se pretende, justo, es la
descolonización del pensamiento, del conocimiento, del ser profundo, y como
algunos dicen, del “imaginario”. México como país actual tiene todo el
potencial, pues a diferencia de tantos pueblos conquistados y sojuzgados posee
el legado vivo de 400 pueblos pertenecientesa una Civilización Originaria,
colmada de sabiduría, conocimientos y única en la historia de la humanidad.
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